La timidez afecta a las relaciones personales. Es la sensación opuesta a sentirse cómodo con los demás. El niño tímido se bloquea a la hora de decir o hacer algo porque se siente inseguro y no está preparado para que los demás noten su presencia.
Las personas nacemos con determinados rasgos genéticos, que junto con las experiencias que vivamos y nuestra percepción de las mismas, van a determinar nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos. En este sentido, conviene tener presente que la actitud de los padres o cuidadores hacia el pequeño va a ser determinante de cara el niño sea más o menos tímido, a pesar de sus tendencias genéticas. El poder de los padres o cuidadores en la construcción de la personalidad del pequeño es muy grande.
Por ejemplo, si tenemos un pequeño con tendencias tímidas, podemos gestionar sus rasgos de timidez de diferentes formas:
- En cada encuentro social podemos avisar a todos de lo tímido que es nuestro hijo. Es frecuente que el adulto lo haga para rebajar su ansiedad ante el silencio y el bloqueo del pequeño. Pero de este modo se produce la profecía autocumplida: el pequeño oye que se le describe como tímido, el adulto justifica el silencio y bloqueo del pequeño y se comunica por él. El niño se relaja y no hará ningún tipo de esfuerzo para socializar, nadie espera que lo haga… es más, si lo hiciera sería extraño porque no es lo que se espera de él… por tanto, en caso de tener alguna iniciativa, la bloqueará de forma voluntaria, mostrándose aún más cohibido. El adulto socializa por el pequeño, con la contradicción de que insiste para que él también lo haga. La etiqueta de la timidez encasilla al niño en su rol y la actitud sobreprotectora del adulto hace que el niño se sienta cada vez más incómodo y le resulte más difícil socializar.
- Pero teniendo los mismos protagonistas, podemos gestionar la situación de forma muy diferente. El adulto en ningún caso refiere a la timidez del niño ni tampoco socializa por él. El adulto aprende a convivir con los silencios del pequeño, esperando a que sea él quien responda, controlando la tendencia adulta de responder por el niño. Poco a poco, el niño verá que no le queda más remedio que expresarse para obtener lo que quiere y así empezará a desarrollar sus habilidades sociales. Otra opción es la de responder por el hijo pero de forma errónea en algo que le incumba especialmente, de este modo despertaremos en el niño su interés por participar en la conversación para poder corregirnos. Así también ayudamos al pequeño a superar su timidez.
El papel de los adultos puede ser crucial de cara a que el pequeño crezca cada vez más tímido o para que vaya superando de forma progresiva su timidez.
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